domingo, 20 de agosto de 2017

UN FILÓSOFO QUE HABLA DE COSAS SERIAS Y TAMBIÉN DE “CHANTAS”

Charla a fondo con un hombre singular, Jorge L. García Venturini
Así como vemos sólo la parte más pequeña de un iceberg, porque la más grande está bajo el agua, también las personalidades que saltan a la popularidad se convierten en conocidos muy desconocidos. Por eso dialogamos ampliamente con este pensador argentino que a los 47 años ha producido una obra fecunda y original y que ha trabajado y está trabajando intensamente en temas fundamentales de filosofía política y de la historia, de antropología filosófica y metafísica. No son temas corrientes, pero lo que aquí se dice le debe interesar a todos porque el futuro se nos viene encima y aquí están varias de las claves para entender el tiempo que vivimos y la historia que nos ha pasado.
 
“Se nos ha dicho y hemos leído que kakistocracia es sinónimo, o sería lo mismo que chantocracia, vocablo formado, no sin cierta arbitrariedad, con una expresión del lunfardo porteño (chanta) y una desidencia griega (cratia). Sin restarle toda validez a este término, debemos señalar que no hay tal sinonimia, al menos en la intención que quisimos darle a ‘kakistocracia’. El chanta es esencialmente un embaucador, un embustero, un trepador, alguien que habla mucho sin decir nada; en rigor, un macaneador, según el diccionario designa ‘al que no hace lo que dice’ y ‘al que hace mal alguna cosa’. El chanta en el lunfardismo porteño, designa, pues, un personaje nada recomendable, pero no demasiado perjudicial (a no ser su capacidad de confundir las cosas) y, en definitiva, diríamos casi inocente. En cambio, kákistos, en griego, es el superlativo de kakós. Kakós significa ‘malo’ y también ‘sórdido’, ‘sucio’, ‘vil’, ‘incapaz’, ‘innoble’, ‘perverso’, ‘nocivo’, ‘funesto’ y otras cosas semejantes. Luego si kakós es lo malo kákistos, superlativo, es lo más malo, es decir, lo peor. Plural de kákistos es kakistoi, es decir los peores. De ahí que se nos ocurriera kakistocracia: gobierno de los peores. Nos parece que surgen claras las diferencias entre el ‘chanta’ y el kákistos. Hay varios matices, pero sobre todo hay un aspecto moral: el ‘chanta’ puede ser –y frecuentemene lo es- inocente; el kákistos, en el sentido empleado, es absolutamente responsable y culpable. Además es el peor.”
 
Así se explayó, acerca de la “kakistocracia”, en un artículo publicado en el diario “La Prensa”, el 29 de marzo de 1975, un filósofo que nunca había renunciado a dar su testimonio como ciudadano y que había puesto en circulación esa palabra unos meses antes. En ese diagnóstico no sólo había un profundo sentido del humor y de fina percepción de la diferencia entre “chantas” y “peores”, sino la decantación de una intensa dedicación al estudio de la filosofía a través de todas sus vertientes integradoras.
Muchos de sus lectores, que comenzaban a frecuentarlo por los comentarios donde se analizaba la realidad desde 1974, disfrutaban de las ingeniosidades de lenguaje que le permitían referirse a hechos de absoluta actualidad hablando del profeta Ezequiel, de Hamlet o Macbeth, citando a Platón o a Santo Tomás. Nunca nombró a Perón o a Isabel o a López Rega, pero los paralelismos y alusiones eran transparentes como en “El Imperator-deus” (24 de mayo de 1974) para describir el “culto irracional, obsecuente e idolátrico del carismático líder, caudillo, führer, duce o como se le llame”.
 
UNA OBRA FECUNDA
Jorge L. García Venturini era un nombre familiar para muchos alumnos secundarios y universitarios, que habían estudiado a través de sus libros de texto que circulan desde hace veinte años: “Curso de Historia de la Educación”, “Curso de Psicología”, “Curso de Filosofía”.
Por supuesto que también lo conocían los lectores de sus libros “Ante el fin de la historia”, o de trabajos como “Proceso de Constitución de la filosofía: de Homero a Ferecides de Siro” (que fue su tesis para doctorarse a los 25 años en la Universidad de Buenos Aires tras graduarse dos años antes), “Introducción dinámica a la filosofía política”, “Filosofía de la Historia” (publicada por Gredos en Madrid y que él juzga su libro más maduro) y la primera historia completa escrita por un latinoamericano, “Historia general de la filosofía”.
Estos libros, lo mismo que sus opúsculos como “Antisemitismo y Cristianismo”, posición de un católico argentino contra el antisemitismo, y “Reflexiones sobre la Iglesia en el mundo”, y sus 22 traducciones de varios idiomas (inglés, francés, italiano, griego) entre las que se cuenta “Filosofía de la historia” de Jacques Maritain, y la versión íntegra de los fragmentos presocráticos, lo ubican claramente entre las personalidades más interesantes y fecundas del pensamiento filosófico argentino a pesar de su juventud. Es, por otra parte, el miembro más joven de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, elegido el año pasado por unanimidad. Su popularidad ha crecido en los últimos tiempos.
 
FILOSOFÍA Y POPULARIDAD
-¿A qué atribuye esta popularidad?
-Preferentemente a las connotaciones políticas de actualidad que tuvieron las notas mías en “La Prensa”. Desde 1974, cuando nadie firmaba, yo salí al encuentro del régimen. Eso tuvo eco en la gente, reconoció una voz que se necesitaba oír y que otros no levantaron. No lo hice como filósofo sino como ciudadano que tenía que dar testimonio. Es un designio de Dios dar testimonio. Y lo hice. Sin mencionar el hecho político cotidiano, porque nunca hice referencia a hechos concretos de actualidad, hablando de Hamlet o Platón, creo que contribuí al 24 de marzo.
-¿Cómo se siente ante esta fama?
-De manera ambivalente. Siempre temiendo salir de mi ambiente específico, midiendo cada paso, preguntándome si está bien que alguien que se ha dedicado a la tarea académica acepte reportajes en medios de comunicación masivos. Al mismo tiempo el eco es gratificante porque, lógicamente, los libros se leen más que antes. Mi pensamiento llega más directamente gracias a esta suerte de popularidad. Pero siempre con el temor de caer en el abaratamiento, aunque creo que tengo una doctrina viva, afirmada profundamente en lo metafísico, de rigor lógico, pero viva, que sirve de clave para entender lo que ocurre en el mundo.
-¿Cuándo comenzó a estudiar filosofía?
-A los 15 años vine a Buenos Aires desde Bahía Blanca, donde había nacido. En 5° año me interesó la filosofía. En ese entonces no se promocionaba esta carrera como ocurrió después. La filosofía era una cosa exótica. Mi padre quería que fuese médico. Influyó mucho mi profesor de filosofía en el Nacional y ciertas lecturas. A los 17 años andaba siempre con el Discurso del método, de Descartes, bajo el brazo. Creo que a su lectura por entonces debo una gran logicidad de pensamiento. También leía intensamente a San Agustín.
-¿Piensa alguna vez escribir sus memorias?
-Algún día, cuando cumpla 70 años, si los cumplo, lo haré. Tengo tantas cosas que decir sobre la gente que he conocido, sobre los tiempos que he vivido, sobre tantas vivencias personales que sólo se pueden expresar de esa manera.
-¿Qué es la filosofía para usted?
-La filosofía es la mayor aventura de la mente humana. Es la vanguardia del pensamiento, es el motor de la historia, es la búsqueda de la verdad total. No hay nada sin filosofía. Nada se entiende bien sin filosofía.
-¿Qué es un filósofo en la Argentina?
-En otros países, en los Estados Unidos o en Europa, el filósofo tiene otro status. Aquí en general no. Una cosa es un filósofo solitario, un anacoreta, un bohemio, y otra un filósofo padre de familia. Yo tengo cuatro hijos y ello dificulta el vivir de la filosofía, especialmente cuando ha interferido la política. Yo nunca hice concesiones a la política, y dejé la cátedra cada vez que se colgaron retratos o se politizaron los claustros.
-¿Cuál es su especialización?
-Yo trato de no dividir la filosofía. Aunque he trabajado unas líneas más que otras, creo que la filosofía es una unidad. La creciente cantidad de conocimientos hace que surjan especialidades dentro de la filosofía. Hoy es muy difícil ser filósofo, sin más. Los últimos grandes filósofos sin aditamentos han sido Heidegger, Ortega y Gasset, Sartre, Croce, Maritain.
-¿Cuáles son sus maestros?
-Siento por maestros a toda la tradición del Occidente filosófico. Desde los presocráticos hasta hoy, aunque tengo una formación preferentemente clásica y tomista. No me siento vinculado directamente con uno en particular, aunque reconozco que un filósofo que ha influido mucho en mí, sobre todo en lo que hace a filosofía política y en buena medida a filosofía de la historia, es Jacques Maritain. Pero, insisto, no podría excluir a nadie. Además tengo la influencia de autores que no son filósofos. De literatos y hasta de músicos. Menciono permanentemente a Shakespeare, a Walt Whitman, por supuesto a los autores sagrados, especialmente los profetas y los evangelistas. Debo también mucho a la música de Mozart. Para mí Mozart incide como un pensador. Piensa a través de su música, en sus cuartetos, en sus sinfonías, en sus misas.
 
SEMÁNTICA Y ACELERACIÓN DE LA HISTORIA
-¿Cuáles son sus temas principales?
-He trabajado fundamentalmente en cuatro o cinco temas. Algunos los doy prácticamente por acabados. Lo que hace a la filosofía política y a la filosofía de la historia. A otros dos temas fundamentales los tengo por delante. Son la antropología filosófica y la metafísica.
-¿Cuál entiende que ha sido su aporte a la filosofía política?
-Haber puesto el énfasis en el valor de la palabra. Creo que es mi aporte más original, incluso a nivel universal. En filosofía política el vocabulario es el más manoseado, el más pervertido. La palabra neurona, por ejemplo, se mueve en un ámbito diferente a la palabra democracia. El laboratorio preserva; la calle, la redacción, el comité, no. Entonces hay que restaurar los significados. La verdadera realidad es la palabra. El lenguaje se va convirtiendo en la verdadera realidad, sustituye a las otras realidades. En el Evangelio según San Juan se dice que “En el Principio fue la Palabra”. Si en el principio fue la palabra, si Dios es la palabra, esto permite reflexiones metafísicas, que culminan en Heidegger cuando dice que “la palabra es la morada del ser”. Hay que redefinir los términos fundamentales: democracia, pueblo, nación, estado, república, monarquía, liberación, izquierda y derecha, etc. He procurado hacerlo.
-Una cuestión concreta, ¿por qué divide la monarquía en cuatro clases y no en dos, como hacen casi todos los tratadistas que hablan de absoluta y moderada?
-Yo hablo de monarquía absolutista, absoluta, moderada y seudo-monarquía. No es posible poner a Ramsés II y a Luis XIV bajo la misma clase. Ramsés II es dios y hasta adora su propia imagen. Luis XIV, por más absoluto que sea, es un ser humano subordinado a Dios y a otros valores. Tampoco es posible identificar a Isabel II con Jorge III, por ejemplo. También es un absurdo llamar monarquía constitucional a la Inglaterra actual, donde no hay monarquía (desde la reina Victoria) ni, en rigor, constitución. Es una seudo-monarquía porque el que gobierna no es el monarca sino el pueblo a través de sus representantes. Es una república encubierta. Se llega al contrasentido de llamar “monarquía” (gobierno de uno) a Inglaterra y “república” a la Cuba de Castro, a la Haití de Duvalier, o a la República Dominicana de Trujillo. Es de locos el lenguaje que estamos usando.
-¿Qué es la aceleración de la historia para usted?
-Me pasé 20 años buscando antecedentes de ese tema y no los hallé. Aceleración significa que pasan más cosas en menos tiempo. El tiempo histórico es cualitativo y no cuantitativo. Diez años son más hoy que en el siglo XI y serán menos que en el siglo XXI. En los procesos acelerados, el presente se nos angosta, el pasado se aleja más rápidamente y el futuro se nos viene encima, sin previo aviso. El epicentro de causalidad que estaba en el pasado se desplaza hacia el futuro. Ahora lo que pasa no es consecuencia de lo que ha pasado sino más bien de lo que puede pasar. En la aceleración está la causa profunda de ciertos fenómenos comunes, como la brecha generacional, la desubicación espiritual, la obsolescencia precoz, etcétera.
-¿Cuál es la base de su teoría?
-Yo aplico la teoría de la relatividad de Einstein a la historia. Saco una serie de coordenadas, aceleración, compresión de la historia, incremento de la masa y la energía históricas, de donde resultan claves formidables para entender un montón de cosas. Todo esto me lleva a hablar del fin de la historia. Estoy convencido de que estamos en el fin de una era histórica.
-¿Habla de una quinta edad, después de la división clásica de edad antigua, media, moderna y contemporánea?
-No. He pretendido destruir esta periodización habitual. No hablo de una quinta edad, como se hace frecuentemente. Eso sería torpe, pueril. Hablo de una nueva era. Nosotros somos la última generación de un eón histórico que se inició con Adán y se cierra con nuestra generación. Ahora se está abriendo una era histórica que no tiene nada que ver con la anterior. Por eso somos una generación bisagra. Se abre una era histórica donde terminan muchas cosas, hasta los flagelos bíblicos del dolor, el trabajo y aun la muerte. Por supuesto que hablo en teoría, que es lo que le interesa al filósofo. Es como si se clausurara el ciclo adánico, venciendo aquellos signos que iniciaron la biografía de los hombres. Vea usted que, por primera vez desde que Caín se fue al Este del paraíso, la familia humana constituye nuevamente una unidad y por primera vez, también desde entonces, puede autoextinguirse como especie con un solo gesto. Creo haber explicado esto extensamente en mi libro “Filosofía de la historia”.
 
EL ESPÍRITU DE OCCIDENTE
-¿Por qué dice que la historia no es lo que ha pasado sino lo que nos ha pasado?
-La historia no es lo que hicieron los otros sino lo que hacemos nosotros todos los días. La historia no es algo que ya sucedió y se estudia en los libros. La historia nos constituye por dentro por que el tiempo humano, que es el tiempo histórico, es nuestro propio tiempo y todo lo que pasó nos ha pasado, aunque lo ignoremos. Nuestro ser está hecho de eso que pasó. Por eso la historia es siempre contemporánea. Por eso Platón y Aristóteles tienen nuestra edad y no son viejos de museos como creen algunos. La historia es nuestra propia biografía. Es nuestra ficha clínica. No hay remedio para los males de hoy si no conocemos nuestro pasado. Vivimos una época con un solo tiempo histórico. Antes había discronía histórica. Nuestra generación es la primera que está viviendo isocrónicamente. El alunizaje es el signo más pleno de la unidad de la historia.
-¿Qué es el espíritu de Occidente?
-Advierto la expansión comunista, el gran peligro al cual asistimos. El comunismo ha ocupado media humanidad y tiende a ocupar la otra mitad. Un peligro totalitario que se llama comunismo, que se llamó nazismo hace 30 años, éste felizmente abortado. Los que creemos todavía en la libertad y en una serie de valores fundamentales tenemos que enfrentar esta amenaza.
-¿Cómo?
-El marxismo tiene eco en la juventud porque se presenta como una cosmovisión que pretende dar respuesta a todas las preguntas. Frente a esa cosmovisión solamente nos queda levantar otra cosmovisión. Y creo que la tenemos. La tradición occidental tiene elementos suficientemente ricos, valiosos y todavía perdurables. Hay que darles forma, ponerlos a la altura de los tiempos. Levantar una cosmovisión de libertad frente a una cosmovisión de sometimiento. A esta cosmovisión, con sus raíces hebreas o griegas y su síntesis e inspiración cristianas y sus aportes posteriores, yo le llamo el Espíritu de Occidente. Y le llamo espíritu porque puede encarnarse en otras áreas. No olvidemos que la unidad del mundo se está haciendo en torno a la cultura occidental.
-¿Pero el marxismo no nació en Occidente?
-Claro, pero el comunismo, como el fascismo son las patologías de Occidente. Prefiero decir comunismo y no marxismo porque a Marx lo respeto como pensador aunque no comparto nada de lo que dice. Entre marxismo y comunismo hay diferencias de plano. Una cosa es el nivel filosófico y otra la realidad política. Creo en la vieja y auténtica tradición de Occidente. Con sus profetas, que nos hablaron de la trascendencia del hombre; con sus filósofos griegos, que crearon la ciencia, el logos; frente al mito, con la Revelación y la gran síntesis cristiana. Tenemos también a nivel político la tradición liberal, que ha aportado contribuciones escritas de profunda inspiración cristiana a partir de la Carta Magna inglesa, como la Declaración de la Independencia y la Constitución de los Estados Unidos y nuestra Constitución de 1853, que es un documento milagroso por su perfección, su pureza. Creo que hay una rica tradición que estamos menospreciando, descuidando. Mientras, avanza la otra cosa. Por arriba y por debajo. Por la violencia o la inteligencia, que es aún más peligrosa que la violencia. En síntesis. El comunismo se presenta como una cosmovisión. Es más que una filosofía política o de la historia; tiene elementos religiosos aun siendo atea. Por eso da respuestas totalizadoras que atraen a la juventud. Frente a esto debemos levantar una cosa grande, trascendente, digna. Que esté a la altura del enemigo, que no lo subestime, que lo enfrente en el núcleo de su poder, no en la periferia.
-¿Usted también se ocupa de antropología filosófica?
-Es otro de mis temas que todavía no se ha traducido en libros, aunque sí en muchos artículos. Sostengo que no sabemos qué es el hombre. A nivel filosófico-científico, no del saber revelado. El tema de los trasplantes lo plantea claramente. Todavía no se sabe cuándo el hombre está muerto. El último congreso internacional no pudo dar ninguna definición válida de muerte. Y eso se debe a que no sabemos qué es el hombre cuando está vivo. La muerte, qué gran tema aún insuficientemente explorado. Mi antropología, aunque filosófica, pretende recoger todos los elementos actuales de la ciencia, sobre todo tres pivotes fundamentales que son: la cibernética, la biología molecular con el código genético, y la parapsicología, la seria, por supuesto, no los fraudes que tanto abundan con ese nombre. Esos tres elementos que aporta la ciencia actual vistos a la luz de la metafísica tradicional. Porque esto no sirve para nada si no hay una metafísica fundante. En síntesis, afirmo la condición espiritual y trascendente del ser humano y procuro una mejor fundamentación científica de la misma.
-En cuanto a metafísica, ¿quiere decirnos algo más?
-Sí, que he trabajado y trabajo por una revaloración de la metafísica clásica, pero articulada y justificada con toda la historia de la filosofía. Creo que es una tarea que no se ha hecho aún. Y que quede claro que ningún saber merece el nombre de tal si no se sostiene en la metafísica, esa disciplina desconocida, desde la cual vivimos, inevitablemente, aunque lo ignoremos.
 
HORACIO DE DIOS
Revista GENTE 591 – 18 de noviembre de 1976.
 
 
 

1 comentario:

  1. Un agradecimiento al sitio www.magicasruinas.com.ar por haber recomendado este artículo.

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