El filósofo argentino García Venturini
responde a un polémico tema desatado en Europa:
Un grupo de izquierdistas franceses ha
decretado la definitiva muerte de Carlos Marx. Dicen estos franceses que Marx
ha muerto, que ya no existe porque el marxismo es una filosofía inútil,
obsoleta y endemoniada. Estos franceses que acaban de lapidar a Marx se llaman
a sí mismos Nuevos Filósofos. Tienen muy preocupados a los marxistas de
Francia, a tal punto que Miterrand, el jefe del Partido Socialista de ese país,
ha prometido rebatir sus argumentos. En tanto, ellos constituyen un fenómeno
político muy significativo, que la prensa de todo el mundo destaca con numerosos
y diversos artículos en el intento de analizarlo y explicarlo. El doctor Jorge
L. García Venturini, pensador argentino, estudioso de la filosofía, ve a los
Nuevos Filósofos como una respuesta al fracaso de cierta Nueva Izquierda y como
un intento de llenar el creciente vacío filosófico dejado por las corrientes de
pensamiento que en distintos momentos de la historia se han enfrentado al
Espíritu de Occidente.
--Este hecho, la aparición de los
llamados –quizá generosamente- Nuevos Filósofos, hay que verlo en la
perspectiva de toda la nueva izquierda. Y yo diría más aún: dentro de todo el
panorama filosófico actual.
-¿Por qué dice que se llaman Nuevos
Filósofos “quizá generosamente”?
--Porque tengo entendido que la obra
escrita de ese grupo se limita a la filosofía política, que tendrá toda la
importancia que se quiera, pero es sólo un aspecto de la tarea filosófica.
-¿Cuál es la propuesta de esa
filosofía política?
--Ellos parecen circunscribirse –-al menos
hasta ahora-- a una crítica del marxismo.
-¿Es decir que se quedan en la crítica
y que no construyen una filosofía propia o una nueva filosofía?
--Así es. No se advierten
formulaciones positivas.
-¿Por qué dice usted que la aparición
de los Nuevos Filósofos es un hecho que hay que verlo en la perspectiva de la
Nueva Izquierda?
--La Nueva Izquierda ha sido un
fenómeno muy peculiar que se destaca con perfiles propios dentro del amplio
cuadro del marxismo. Por eso identificar la Nueva Izquierda con las corrientes
marxistas institucionalizadas o con las diversas expresiones comunistas es, sin
duda, un grave desenfoque. Ahora bien: la Nueva Izquierda ha sido (digo que ha
sido porque creo que cerró su ciclo) un proceso efímero, fugaz, violento, casi
irracional, que se ha devorado a sí mismo como no podía ser de otra manera. Este
proceso nació en las aulas de algunas universidades americanas y,
paradójicamente, en la Universidad Libre de Berlín, entre 1964 y 1965. Tuvo su
expresión más violenta y significativa en las luchas estudiantiles de París en
1968. Entonces los mentores de esa Nueva Izquierda emplearon un lenguaje
apocalíptico que ponía de manifiesto su afán de destrucción y, en definitiva,
una actitud radicalmente nihilista frente a todos los valores e instituciones.
-Pero ellos mismos se decían
marxistas.
--Claro. Hombres como Marcuse, Fanon,
Trotignon, se autocalificaron de marxistas. Era como una especie de tarjeta de
presentación que les aseguró una buena audiencia. Y, sin embargo, algunas de
sus ideas implicaban la más absoluta descalificación de las propuestas
marxistas. La síntesis de todos los ejemplos que podríamos dar para ilustrar
sobre esa descalificación está en estas palabras de Trotignon: “La tarea
filosófica de nuestra época debe ser la subversión absoluta. La civilización
actual tiene que ser barrida. La filosofía de mañana debe ser terrorista”. Con
estos criterios, esa Nueva Izquierda no podía sino devorarse a sí misma. Pués
bien, yo considero que la Nueva Izquierda aquella ha pasado y que la aparición
de estos Nuevos Filósofos es el signo más evidente de ello.
-La mayoría de los Nuevos Filósofos
participaron de las luchas estudiantiles de 1968 en París. Sus ideas no eran
marxistas pero ellos se decían marxistas mientras formaron parte de la Nueva
Izquierda. Ahora repudian a Marx. ¿Hasta qué punto han cambiado?
--Aquella Nueva Izquierda, aun
calificándose de marxista y aun sirviendo eficazmente a la expansión comunista,
implicaba, dije, la más radical desautorización de las principales tesis
marxistas. Entonces parece lógico que ante el agotamiento de esa Nueva
Izquierda muchos de sus protagonistas se rebelen ahora contra el mismo Marx. En
cuanto a la medida del cambio que esto significa, yo diría que, en el fondo,
ellos son consecuentes consigo mismos. Es un fenómeno de desilusión y cambio de
frente, que también se advierte en los Estados Unidos de América.
-¿Así es que los Nuevos Filósofos lo
que han hecho es, simplemente, despojarse del rótulo de marxista que alguna vez
utilizaron como tarjeta de visita, según sus palabras?
--No sólo eso. La perspectiva es más
amplia. La crítica de estos Nuevos Filósofos va más allá de Marx, lo cual es
muy interesante. Uno de ellos, André Glucksmann –quizá la figura más relevante
del grupo--, lleva en su libro “Los maestros pensadores” un ataque demoledor
contra pensadores como Fichte, Hegel y aún el mismo Nietzsche, imputándolas
haber inspirado las políticas totalitarias del siglo XX. Le diré que, como
crítica no es nada original, pero resulta interesante que la haga un ex
marxista de 40 años.
-¿Cuál es la situación de los Nuevos
Filósofos en el panorama de la filosofía actual?
--En ese sentido estamos en una
situación, si cabe, inédita o al menos muy infrecuente. Hasta hace 20 años se
podía señalar claramente una filosofía viva, que tenía vigencia: el existencialismo,
la filosofía de la existencia. Agotada la vigencia del existencialismo pareció
que el relevo lo tomaba el estructuralismo, pero en rigor no llegó a constituir
una filosofía vigente ni, quizá, una filosofía. Yo no voy a extenderme en el
análisis de las distintas corrientes de pensamiento, pero lo cierto es que en
la década del 60 se produjo una suerte de vacío ideológico que todavía se
prolonga. Quizá una fecha clave para recordar sea precisamente el año 1960, que
marca la aparición de la “Crítica de la razón dialéctica” de Sartre. En esa
obra, el pontífice del existencialismo francés abandona su propio terreno, ya
infértil, y pasa a identificarse con el marxismo. Y lo califica como “la
filosofía insuperable de nuestro tiempo”. Como dije, había una especie de vacío
ideológico. Entonces, con el importante auspicio del mismo Sartre y con
motivaciones más políticas que estrictamente filosóficas, aquella suerte de
vacío se llenó, en cierta medida, con el marxismo. Mejor dicho, con distintas
corrientes que se autocalificaban de marxistas, entre ellas la Nueva Izquierda
que ya hemos mencionado. Además, ciertas posiciones de la Iglesia, tras el
Concilio, pudieron, quizá, servir a esa equivocada causa.
-¿Por lo que se sabe hasta ahora, las
críticas de los Nuevos Filósofos al marxismo no significan que ellos se hayan
identificado con el pensamiento tradicional de Occidente. Aun así, ¿es posible
que haya en esas críticas una intención moralista?
--De hecho, la política es inseparable
de la moral. Más aún, para la mejor tradición de Occidente, a partir de Sócrates
y Platón la política es una rama especial de la ética. Pero sucede que el
marxismo en general y aquella Nueva Izquierda en particular, de la que
provienen los Nuevos Filósofos, se presentan como lo que yo llamo amorales. Y
digo lo que yo llamo amorales porque el término amoral admite varias
acepciones. Personalmente, me gusta distinguir entre inmoralidad –-que es
proclamar los valores vigentes y violarlos-- y amoralidad –que implica negar
una determinada escala de valores y sustituirla por otra--. En la Argentina
hemos tenido un claro ejemplo de lo primero con las dos experiencias
peronistas. Como usted ve, estoy haciendo una distinción similar a la que puede
hacerse entre incultura y contracultura.
-¿Cómo relaciona usted esos términos
con la realidad?
--El marxismo en general no asume ni
fomenta la incultura como lo hizo el peronismo. El marxismo, en cambio, levanta
una cultura diferente, esto es una contracultura. Las expresiones de esa
contracultura, verdaderamente lamentables, pueden apreciarse en cierta
novelística, en cierto teatro, en cierta plástica, en cierto cine y aún en
cierta moda contemporáneos. El hippismo puede servir como uno de los ejemplos
de esta contracultura. Pero parecería que este ciclo también se agota y está en
su etapa de clausura.
-Si en nuestro país hubo inmoralidad e
incultura durante los períodos peronistas, en el último fue posible advertir
síntomas claros de amoralidad y contracultura. ¿Eso quiere decir que la
inmoralidad y la incultura son los caldos de cultivo específicos de la
amoralidad y la contracultura?
--Por supuesto. Categóricamente sí.
Por eso la inmoralidad y la incultura están lejos de servir de valla al avance
marxista.
-Pero es evidente que el marxismo también
puede prosperar en medios no precisamente incultos ni inmorales sino más bien
incautos.
--Como lo he dicho y escrito otras
veces, el marxismo en general se presenta no sólo como una determinada política
o una determinada economía como algunos creen, sino como lo que corresponde
llamar una cosmovisión. Es decir una visión totalizadora del hombre y de la
vida, que pretende dar respuestas a todos los interrogantes. De ahí que el
marxismo tenga atractivos para la juventud.
-¿Y qué debe oponer el mundo libre a
esos atractivos que usted señala?
--Al mundo libre sólo le queda
levantar otra cosmovisión. Si no la tuviéramos, habría que inventarla. Pero la
tenemos. Es de hondas raíces y de una proyección histórica ininterrumpida. Es
la que nos legaron los profetas del antiguo Israel y los filósofos griegos. Es
la que luego plasmó el cristianismo en una síntesis formidable, y que
pensadores y hechos diversos fueron modelando en los últimos siglos. A esta
cosmovisión la he llamado Espíritu de Occidente. Porque no es una geografía, ni
siquiera un ámbito cultural (a esto responde más bien la denominación de
occidental y cristiana dada por Toynbee). Yo prefiero decir espíritu porque es
una fuerza, una inspiración histórica que puede encarnarse en distintas áreas y
que también puede eclipsarse en zonas de Occidente, como de hecho se eclipsó
dos veces en nuestro país, en una sola generación.
Esta es una cosmovisión de libertad frente
a la otra, a la marxista, que es de esclavitud. Es abierta y dinámica, frente a
la otra, que es cerrada y estática. Es espiritualista frente a la otra, que es
materialista. Y es trascendente frente a la otra, que es inmanente.
Revista GENTE Y LA ACTUALIDAD – 13 de
octubre de 1977.