domingo, 1 de abril de 2018

LA MUERTE DEL MARXISMO

El filósofo argentino García Venturini responde a un polémico tema desatado en Europa:

Un grupo de izquierdistas franceses ha decretado la definitiva muerte de Carlos Marx. Dicen estos franceses que Marx ha muerto, que ya no existe porque el marxismo es una filosofía inútil, obsoleta y endemoniada. Estos franceses que acaban de lapidar a Marx se llaman a sí mismos Nuevos Filósofos. Tienen muy preocupados a los marxistas de Francia, a tal punto que Miterrand, el jefe del Partido Socialista de ese país, ha prometido rebatir sus argumentos. En tanto, ellos constituyen un fenómeno político muy significativo, que la prensa de todo el mundo destaca con numerosos y diversos artículos en el intento de analizarlo y explicarlo. El doctor Jorge L. García Venturini, pensador argentino, estudioso de la filosofía, ve a los Nuevos Filósofos como una respuesta al fracaso de cierta Nueva Izquierda y como un intento de llenar el creciente vacío filosófico dejado por las corrientes de pensamiento que en distintos momentos de la historia se han enfrentado al Espíritu de Occidente.


--Este hecho, la aparición de los llamados –quizá generosamente- Nuevos Filósofos, hay que verlo en la perspectiva de toda la nueva izquierda. Y yo diría más aún: dentro de todo el panorama filosófico actual.
-¿Por qué dice que se llaman Nuevos Filósofos “quizá generosamente”?
--Porque tengo entendido que la obra escrita de ese grupo se limita a la filosofía política, que tendrá toda la importancia que se quiera, pero es sólo un aspecto de la tarea filosófica.
-¿Cuál es la propuesta de esa filosofía política?
--Ellos parecen circunscribirse –-al menos hasta ahora-- a una crítica del marxismo.
-¿Es decir que se quedan en la crítica y que no construyen una filosofía propia o una nueva filosofía?
--Así es. No se advierten formulaciones positivas.
-¿Por qué dice usted que la aparición de los Nuevos Filósofos es un hecho que hay que verlo en la perspectiva de la Nueva Izquierda?
--La Nueva Izquierda ha sido un fenómeno muy peculiar que se destaca con perfiles propios dentro del amplio cuadro del marxismo. Por eso identificar la Nueva Izquierda con las corrientes marxistas institucionalizadas o con las diversas expresiones comunistas es, sin duda, un grave desenfoque. Ahora bien: la Nueva Izquierda ha sido (digo que ha sido porque creo que cerró su ciclo) un proceso efímero, fugaz, violento, casi irracional, que se ha devorado a sí mismo como no podía ser de otra manera. Este proceso nació en las aulas de algunas universidades americanas y, paradójicamente, en la Universidad Libre de Berlín, entre 1964 y 1965. Tuvo su expresión más violenta y significativa en las luchas estudiantiles de París en 1968. Entonces los mentores de esa Nueva Izquierda emplearon un lenguaje apocalíptico que ponía de manifiesto su afán de destrucción y, en definitiva, una actitud radicalmente nihilista frente a todos los valores e instituciones.
-Pero ellos mismos se decían marxistas.
--Claro. Hombres como Marcuse, Fanon, Trotignon, se autocalificaron de marxistas. Era como una especie de tarjeta de presentación que les aseguró una buena audiencia. Y, sin embargo, algunas de sus ideas implicaban la más absoluta descalificación de las propuestas marxistas. La síntesis de todos los ejemplos que podríamos dar para ilustrar sobre esa descalificación está en estas palabras de Trotignon: “La tarea filosófica de nuestra época debe ser la subversión absoluta. La civilización actual tiene que ser barrida. La filosofía de mañana debe ser terrorista”. Con estos criterios, esa Nueva Izquierda no podía sino devorarse a sí misma. Pués bien, yo considero que la Nueva Izquierda aquella ha pasado y que la aparición de estos Nuevos Filósofos es el signo más evidente de ello.
-La mayoría de los Nuevos Filósofos participaron de las luchas estudiantiles de 1968 en París. Sus ideas no eran marxistas pero ellos se decían marxistas mientras formaron parte de la Nueva Izquierda. Ahora repudian a Marx. ¿Hasta qué punto han cambiado?
--Aquella Nueva Izquierda, aun calificándose de marxista y aun sirviendo eficazmente a la expansión comunista, implicaba, dije, la más radical desautorización de las principales tesis marxistas. Entonces parece lógico que ante el agotamiento de esa Nueva Izquierda muchos de sus protagonistas se rebelen ahora contra el mismo Marx. En cuanto a la medida del cambio que esto significa, yo diría que, en el fondo, ellos son consecuentes consigo mismos. Es un fenómeno de desilusión y cambio de frente, que también se advierte en los Estados Unidos de América.
-¿Así es que los Nuevos Filósofos lo que han hecho es, simplemente, despojarse del rótulo de marxista que alguna vez utilizaron como tarjeta de visita, según sus palabras?
--No sólo eso. La perspectiva es más amplia. La crítica de estos Nuevos Filósofos va más allá de Marx, lo cual es muy interesante. Uno de ellos, André Glucksmann –quizá la figura más relevante del grupo--, lleva en su libro “Los maestros pensadores” un ataque demoledor contra pensadores como Fichte, Hegel y aún el mismo Nietzsche, imputándolas haber inspirado las políticas totalitarias del siglo XX. Le diré que, como crítica no es nada original, pero resulta interesante que la haga un ex marxista de 40 años.
-¿Cuál es la situación de los Nuevos Filósofos en el panorama de la filosofía actual?
--En ese sentido estamos en una situación, si cabe, inédita o al menos muy infrecuente. Hasta hace 20 años se podía señalar claramente una filosofía viva, que tenía vigencia: el existencialismo, la filosofía de la existencia. Agotada la vigencia del existencialismo pareció que el relevo lo tomaba el estructuralismo, pero en rigor no llegó a constituir una filosofía vigente ni, quizá, una filosofía. Yo no voy a extenderme en el análisis de las distintas corrientes de pensamiento, pero lo cierto es que en la década del 60 se produjo una suerte de vacío ideológico que todavía se prolonga. Quizá una fecha clave para recordar sea precisamente el año 1960, que marca la aparición de la “Crítica de la razón dialéctica” de Sartre. En esa obra, el pontífice del existencialismo francés abandona su propio terreno, ya infértil, y pasa a identificarse con el marxismo. Y lo califica como “la filosofía insuperable de nuestro tiempo”. Como dije, había una especie de vacío ideológico. Entonces, con el importante auspicio del mismo Sartre y con motivaciones más políticas que estrictamente filosóficas, aquella suerte de vacío se llenó, en cierta medida, con el marxismo. Mejor dicho, con distintas corrientes que se autocalificaban de marxistas, entre ellas la Nueva Izquierda que ya hemos mencionado. Además, ciertas posiciones de la Iglesia, tras el Concilio, pudieron, quizá, servir a esa equivocada causa.
-¿Por lo que se sabe hasta ahora, las críticas de los Nuevos Filósofos al marxismo no significan que ellos se hayan identificado con el pensamiento tradicional de Occidente. Aun así, ¿es posible que haya en esas críticas una intención moralista?
--De hecho, la política es inseparable de la moral. Más aún, para la mejor tradición de Occidente, a partir de Sócrates y Platón la política es una rama especial de la ética. Pero sucede que el marxismo en general y aquella Nueva Izquierda en particular, de la que provienen los Nuevos Filósofos, se presentan como lo que yo llamo amorales. Y digo lo que yo llamo amorales porque el término amoral admite varias acepciones. Personalmente, me gusta distinguir entre inmoralidad –-que es proclamar los valores vigentes y violarlos-- y amoralidad –que implica negar una determinada escala de valores y sustituirla por otra--. En la Argentina hemos tenido un claro ejemplo de lo primero con las dos experiencias peronistas. Como usted ve, estoy haciendo una distinción similar a la que puede hacerse entre incultura y contracultura.
-¿Cómo relaciona usted esos términos con la realidad?
--El marxismo en general no asume ni fomenta la incultura como lo hizo el peronismo. El marxismo, en cambio, levanta una cultura diferente, esto es una contracultura. Las expresiones de esa contracultura, verdaderamente lamentables, pueden apreciarse en cierta novelística, en cierto teatro, en cierta plástica, en cierto cine y aún en cierta moda contemporáneos. El hippismo puede servir como uno de los ejemplos de esta contracultura. Pero parecería que este ciclo también se agota y está en su etapa de clausura.
-Si en nuestro país hubo inmoralidad e incultura durante los períodos peronistas, en el último fue posible advertir síntomas claros de amoralidad y contracultura. ¿Eso quiere decir que la inmoralidad y la incultura son los caldos de cultivo específicos de la amoralidad y la contracultura?
--Por supuesto. Categóricamente sí. Por eso la inmoralidad y la incultura están lejos de servir de valla al avance marxista.
-Pero es evidente que el marxismo también puede prosperar en medios no precisamente incultos ni inmorales sino más bien incautos.
--Como lo he dicho y escrito otras veces, el marxismo en general se presenta no sólo como una determinada política o una determinada economía como algunos creen, sino como lo que corresponde llamar una cosmovisión. Es decir una visión totalizadora del hombre y de la vida, que pretende dar respuestas a todos los interrogantes. De ahí que el marxismo tenga atractivos para la juventud.  
-¿Y qué debe oponer el mundo libre a esos atractivos que usted señala?
--Al mundo libre sólo le queda levantar otra cosmovisión. Si no la tuviéramos, habría que inventarla. Pero la tenemos. Es de hondas raíces y de una proyección histórica ininterrumpida. Es la que nos legaron los profetas del antiguo Israel y los filósofos griegos. Es la que luego plasmó el cristianismo en una síntesis formidable, y que pensadores y hechos diversos fueron modelando en los últimos siglos. A esta cosmovisión la he llamado Espíritu de Occidente. Porque no es una geografía, ni siquiera un ámbito cultural (a esto responde más bien la denominación de occidental y cristiana dada por Toynbee). Yo prefiero decir espíritu porque es una fuerza, una inspiración histórica que puede encarnarse en distintas áreas y que también puede eclipsarse en zonas de Occidente, como de hecho se eclipsó dos veces en nuestro país, en una sola generación.
Esta es una cosmovisión de libertad frente a la otra, a la marxista, que es de esclavitud. Es abierta y dinámica, frente a la otra, que es cerrada y estática. Es espiritualista frente a la otra, que es materialista. Y es trascendente frente a la otra, que es inmanente.

Revista GENTE Y LA ACTUALIDAD – 13 de octubre de 1977.